Esta es una colaboración muy esperada, Yonk es una de las personas con más memoria (y curiosidad histórica) que conozco, por eso le encargué un artículo de opinión sobre lo ocurrido en el este de Europa; que coincidamos en algunos criterios y valores es mera coincidencia, un nudo al azar en el hilo. A Yonk le debo, por ejemplo, conocer la paradoja del gato de Schrödinger, el teorema de Bernoulli o las aplicaciones médicas de la termografía entre otras cosas que ahora no es preciso mencionar. Recomiendo su lectura hasta el final, estoy segura de que no os dejará indiferentes.
A finales de 1905 dos contendientes se sientan frente a un tablero de ajedrez y ese tablero, al que apodaremos Europa, enfrenta dos formas de política, dos contendientes irreconciliables; las blancas abren y el pueblo ruso harto de las patrañas de su zar y la mala vida que les daba inician el “sarao”. Desde esa primera pulsación en el cronómetro, esta partida de ajedrez se ha cobrado a lo largo y ancho del tablero la vida de aproximadamente 64.420.614 peones. Aquí no estamos contando las muertes por represión posterior en la caja de las fichas, represión de huelgas de peones, ni los caídos en los intentos de guerrilla-terrorismo de las damas rojas y negras contra las formaciones de reyes y reinas, caballos y torres, de uno y otro lado.
A finales de 1905 dos contendientes se sientan frente a un tablero de ajedrez y ese tablero, al que apodaremos Europa, enfrenta dos formas de política, dos contendientes irreconciliables; las blancas abren y el pueblo ruso harto de las patrañas de su zar y la mala vida que les daba inician el “sarao”. Desde esa primera pulsación en el cronómetro, esta partida de ajedrez se ha cobrado a lo largo y ancho del tablero la vida de aproximadamente 64.420.614 peones. Aquí no estamos contando las muertes por represión posterior en la caja de las fichas, represión de huelgas de peones, ni los caídos en los intentos de guerrilla-terrorismo de las damas rojas y negras contra las formaciones de reyes y reinas, caballos y torres, de uno y otro lado.
Fotografía tomada en La Taverna dels Predicadors (Manresa) |
Son dos viejos
contrincantes, tan antiguos como lo es la civilización, se conocen y
llevan siglos a cara de perro, dos formas de entender el mundo que
sólo se han movido de sus sillas en esa partida para ir al baño,
asearse y mudar sus ropas. No he querido extender la cuenta de peones
muertos más atrás de 1900, viendo las cifras corría el riesgo de
entrar en la apología del exterminio humano, dado que la suma de
muertes por guerras que han enfrentado a estos dos viejos conocidos
en Europa, si retrocedemos unos siglos, hacen parecer a la peste
negra y a Genghis Khan una gastroenteritis estacional y una mala
gripe. Desde la Guerra dels remences y los
levantamientos comuneros, por marcar dos hitos locales, estos dos
viejos conocidos juegan su partida, eso sí, puntualmente se levantan
de sus sillas y van al excusado para asearse y mudar sus ropas. Les
hemos visto como reformistas y ortodoxos, monarquías parlamentarias
y monarquías absolutas, republicanos y monárquicos, liberales y
carlistas, parias y poder al fin.
Hoy frente a ese tablero
de ajedrez se sientan dos rivales que, quién lo diría, lucen muy
distintos a aquellos harapientos campesinos y a aquellos monarcas con
capa de armiño. Hoy con las blancas se sienta aquel funcionario gris
de alto nivel que, gracias a la burbuja energética y a saber con qué
cuatro apaños uno se podía montar su chiringuito nuclear, terminó
de presidente y con las negras se sienta un señor del mismo color,
que viste un traje que no es de armiño, pero por el precio
seguramente podría serlo, que a pesar de ser sólo presidente
de una república, representa a quién siempre detentó el poder. Con
todo, el ajado tablero es el mismo, los sesenta y cuatro escaques
donde más humanos han servido de abono para la tierra en nuestro
continente. Antaño, este par de maestros decidieron que el tablero
se les había quedado pequeño, que necesitaban más tableros y más
peones que sus ocho iniciales para sacrificar en pos de sus ideas,
rellenaron todas las cajas de fichas de cadáveres, eso sí, el
tablero original seguía frío y estático. Allá por 1991 las negras
dieron un soberano golpe en la partida, un golpe que pararía el
cronómetro hasta nuestros días, prometieron a los gélidos peones
blancos, que si querían, ellos también podían conducir un Audi o
un BMW, que sudando de lo lindo ellos también vestirían de armiño.
Europa no había contemplado semejante desbandada desde que El Corte
Inglés abrió las puertas de sus primeras rebajas de enero. En su
solitario rincón, el derecho esta vez, aquel funcionario gris se
enrocó tras la torre y se pertrechó para pasar el invierno más
largo y duro que recuerda la tundra rusa, mientras miraba desde las
almenas a las piezas negras campar a sus anchas por el tablero.
Esto nos trae a nuestros
días, ambos jugadores todavía son maestros en los ardides del
ajedrez, pero el carácter de ambos ha cambiado con los años. Las
negras, que antaño admiraron con pavor como las blancas arrollaban a
su paso, hoy son vanidosas y arrogantes, “total, la partida esta
ganada desde el 91”. Por otro lado, las blancas salen de un par de
décadas de apocamiento, frustraciones y resentimientos. Al final,
parece ser que no quedaban BMWs para todos a cambio de su trabajo,
sólo los había para los que forman en la fila de atrás. Las negras
han sido más ágiles que sabias y se han dedicado a socavar la
tierra donde medraban por naturaleza las blancas: carnés VIP de la
OTAN para todos, apoyos para entrar en la Unión Europea, que a
regañadientes los aceptaba ya que nunca les gustaron, unos
paquetitos financieros del FMI y McDonald's para todos. El kit
de bienvenida a occidente, “¡ya sois de las negras!”. Las
blancas han contemplado con estupor esta desfachatez, cada día más
cerca de sus puertas, mientras ellos vivían de la autarquía y de
vender el petróleo y el gas que guardaban bajo el hielo.
Pero estos veinte años
de aislamiento han servido a las blancas para rearmar aquello que un
día fueron y cargar esas armas con plomo, uranio y rencor, mucho
rencor. Un buen día el presidente de las negras, amparado en aquello
de “estoy jugando otra partida en una mesa junto a la tuya”
decidió repartir uno de sus kits de bienvenida a occidente a
una ex república soviética al sureste del primer tablero, pegadita
al culo de las blancas. Este mero hecho, originó un chirriar de
dientes entre las filas blancas que se oyó en Cádiz. No pasó ni un
mes desde la oferta que blindados, tropas aerotransportadas y fuerzas
especiales entraron en Georgia hasta poner en sitio su capital. A
aquel funcionario gris, pero maestro de ajedrez, se le habían
hinchado suficientemente las narices y le dio con lo más duro en la
cara al monigote que gobernaba en aquel culo de mundo. La gracia le
salió cara a Georgia, por la tontería de aceptar el carné de la
OTAN, Putin agarró las tijeras y dijo “por aquí” y le recortó
la mitad del país. Evidentemente, muy, muy, muy lejos de allí el
presidente de las negras contemplaba las imágenes en la televisión
de su despacho con “suma preocupación”. “Suma preocupación”
que tiene el mismo valor que la “honda satisfacción” con la que
el monarca del Almendro nos recibe cada nochebuena en su
despacho, ninguno.
En un alarde de chulería
de occidente, que quiere jugar en todas las mesas del parque, decide
dar un paso más en su particular partida, un guiño a su oponente al
otro lado del tablero, un “¿Qué? ¿Seguimos la partida donde la
dejamos?”, sentándose de nuevo frente al tablero original las
negras mueven, en noviembre de 2013 estalla una revuelta de
indignados en Kiev (Ucrania) y Obama palmea el cronómetro. Al otro
lado del tablero, un gris ex agente del KGB se yergue con cara de
querer partirle los huevos con la mirada, apoya los codos en la mesa
y junta las manos frente a sus labios mirando con detenimiento el
tablero, el cronómetro corre.
Quien durante estos
veinte años ha querido creer, que todos esos favores a la Europa del
Este, han sido para sacar a esos países de la hambruna y para
compartir nuestro nuevo gran mundo occidental, vive en la más
absoluta inopia. Quien ha querido creer que el famoso escudo
anti-misiles americano era para protegernos de Iran, Pakistan o algún
otro -istan gobernado por
tronistas con turbante, países que para realizar sus pruebas tienen
que pasarse medio año sin comer caliente, se acusa de la más severa
ignorancia. Los países que “acogen” dicho sistema de armamento
están situados estratégicamente para evitar el rebote ruso,
occidente nunca se fió de los rusos por mucho que ahora digan que
abrazan el capitalismo, militares con demasiado poder, oligarcas,
políticos corruptos y una democracia de pésima calidad (y sí, de
verdad hablo de Rusia, no de España) adornan su currículum de las
últimas dos décadas; al fin y al cabo la gran estrella roja aún es
el emblema de su ejército, el mismo que en su día encorrió
a gorrazos a Napoleón, el mismo
que aparcó sus blindados en el salón de plenos del Reichstag, y eso
en occidente no gusta. Putin al mirar hacia el Oeste mira con
preocupación, pero cuando mira hacia dentro se sonríe y eso en
occidente no gusta, para nada.
Lo
que sucede estos días en Ucrania, no es más que Obama y sus
amigotes jugando al balón en el huerto de la casa de Putin, huerto
que evidentemente no cuida él, sino el lacayo que tiene para no
embarrarse. Una movida de indignados contra la pobreza y la
corrupción, hasta aquí todo bien, exactamente igual que en todas
partes, pero de forma extraña en este último mes y medio, el
movimiento indignado en Ucrania se ha visto azuzado por la
participación de grupos ultra-nacionalistas y de corte xenófobo, la
escalada de violencia ha sido brutal, todos hemos visto las imágenes.
Hombres vestidos de paramilitar con pasamontañas enfrentándose a
los antidisturbios con saña, pero no del modo ácrata barcelonés o
madrileño, no, ni tampoco del estándar minero asturiano, mucho
peor. Al hortelano de Putin se le hinchan las pelotas de que los
mequetrefes de occidente le jodan el “plantao” a balonazos, saca
la escopeta y aquí empieza el conteo de muertes. El fenómeno ultra
en Ucrania puede tener su atractivo, no digo que no, evidentemente
aquí vivimos 40 años bajo la bota de uno y ese discurso no nos
convence, aunque alguno queda (son como las cucarachas, ni la
radiación los exterminaría), pero hace falta pensar que Ucrania
vivió bajo el yugo del polo opuesto al nuestro, seguramente ser
ultra allí es tan comprensible como ser un “rojeras” aquí.
Pero
si alguien cree que lo que ocurre en Ucrania es un movimiento de
liberación nacional, una clase de revolución derechil, sólo le
puedo gritar “ISNORANTE!”, “TON-TO!”; canta a la legua que
sobre la base de un movimiento espontáneo como el de los indignados,
Estados Unidos y la Unión Europea han montado un tinglado para
apoderarse de un país que es una autentica telaraña de gasoductos y
oleoductos. Al ver que los indignados no desestabilizaban lo
suficiente al gobierno, porque el hortelano de Putin tiene los
cojones gordos como los de Rajoy, y eso son muchos huevazos, “pues
oye, suéltale la correa a los ultras, que pescar en río revuelto
siempre resulta”. ¡Ojo! Que no disculpo a Putin, ese señor puso a
guardar sus grifos del gas a un amiguete, con carta blanca para
mangar en gana, siempre que cumpliera las directrices de su amo. Esta
majestuosa jugada de las negras termina con el lacayo de Putin
escapando por la puerta de atrás y Obama relamiéndose en el
despacho oval, un nuevo paquete de ayudas del FMI hipotecará Ucrania
hasta el fin de sus días, una nueva fuente de mano de obra barata
para la Alemania über alles, una base de misiles pegadita al
culo de Putin y Obama gritando a pulmón desde el despacho:
“¡Michelle! ¡Cariño! ¿A qué no sabes dónde aparcaré la VI
flota este verano?”. En los extremos del viejo tablero, Obama se
ríe y Putin aprieta los labios detrás de sus manos.
Y
aquí la jugada majestuosa de Putin: saca una caja de fichas y coloca
un montón de ellas ocupando los escaques en tierra de nadie del
tablero. Obama y sus amigotes se exclaman: “¡EH! ESO ES TRAMPA,
TIENES MÁS DE OCHO PEONES SOBRE EL TABLERO”, a lo que Putin
responde: “No son blancas, yo las veo más como de color crema”.
La cosa acaba en un tinglado internacional monumental, occidente
quejándose a todos los estamentos y árbitros internacionales como
si de un penalty pitado sobre el círculo de medio campo se tratara.
En el barullo, Putin aprovecha el tiempo y mueve sus fichas de color
crema cortando cualquier jugada ventajosa de su oponente mientras
nadie mira, se ríe y palmea triunfante el cronómetro. De hecho, la
jugada de Putin empezó hace muchos meses, con el simple atisbo del
movimiento indignado en Kiev sabía perfectamente que occidente no
dejaría pasar la ocasión y puso a uno de sus peones, camuflado de
mota de polvo a corretear por todas la cuadrículas de la tierra de
nadie, convenciéndolas a todas, de que nadie dijera nada llegado el
momento. Et voilà!
Tenemos Crimea ocupada y la mitad este de Ucrania pidiendo una
invasión rusa. Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania y
Polonia claman al cielo: “¿ESO ES ROJA, NO?”. Putin sigue
riendo.
El
numerito al que asistimos estos días no es más que algo que ocurre
en cualquier instituto de secundaria. El guaperas atlético y el
chungo del instituto enzarzados en un duelo de gallitos en el campo
de futbito con sus respectivas pandillas:
Putin:
¡Eh! ¡Bonito de cara! Ahuecando de aquí que este es mi campo.
Obama:
Perdona pero en el patio del insti podemos jugar todos y mis colegas
y yo tenemos para hacer dos equipos.
Putin:
¡He dicho que aire de aquí!
(Putin
aprovecha para soltarle un sopapo al niño tonto de la clase, que
hasta hace dos días jugaba con él).
Hollande:
¡Quesquesé! ¡Esto es una agesiong intolegable a la sobegania del
niño tonto!
Putin:
¡Quesquesé, quesquesé! ¡Je ne compro pan! ¡Para hablar conmigo
te quitas la alpargata de la boca, gabacho!
Merkel:
Achtung! ¡Die plantofen ist forbiden! ¡Ucranien ist europeen!
Putin:
¡Mira! ¡Calla puta gorda que me vas comer la polla a dos carrillos!
Bien que te sacaste un doctorado en física en una universidad
comunista, ¡camaraden!
Cameron:
¡Intolerable desde luego es! ¡Tú las reglas no respetas!
Putin:
¡Mira! ¡Ya ha hablado el moderniqui de mierda! A ti te tengo ganas,
luego en la calle te pillo... Y el año que viene, panda de mataos,
os vais a calentar a tortas porque con mi gas, seguro que no.
(Los
colegas de Obama se quedan helados, nunca mejor dicho, y deciden
retirarse a echar un cortado para pensar cómo jugar al futbito sin
que les corten el gas, en el campo sólo se quedan Obama y Putin).
Obama:
¡Voy a hacer que el dire te meta un rabo que te vas a cagar!
Putin:
Que sí, matao! ¿Y qué más?
Obama:
¡Te voy a liar una que lo vas a flipar!
Putin:
¡Ojo con el moreno! ¿Tú y cuántas más?
Obama:
¡Voy a hacer que nadie quiera jugar al futbito contigo!
Putin:
¡Ya ves ricura! Yo también tengo mis colegas: la cuadrilla de los
moros, el chino, el ecuatoriano, el venezolano, ¡y Fidel!
Obama:
¿Fidel? No me jodas, pero si está viejo. Lleva mil años
repitiendo.
Putin:
Sí pero es el mejor portero, a ese vosotros no le habéis colado ni
un gol.
(Los
dos gallitos se acercan hasta chocar pechos y desafiar miradas).
Obama:
Bueno ¿No nos vamos a pegar aquí, no? Lo pondremos todo perdido
otra vez.
Putin:
Quita, quita, que si nos trincan nos echan del insti...
(Ambos
se van, cada uno por su lado).
¿Cómo
termina este particular East Side Story? Fácil. Putin y sus banda
juegan al futbito entre semana, Obama y sus amiguetes el fin de
semana; y el pobre niño tonto ucraniano esa tarde se fue llorando a
casa por el sopapo y la humillación recibida y ahora no puede jugar
con los malotes porque le coserían a hostias y es demasiado malo
para jugar en el equipo de los guays.
La
historia de esta partida de ajedrez, no se entiende sin conocer el
trasfondo de bravuconería de unos y de amargura y resentimiento de
otros. Obama es chulo porque puede serlo y Putin es un amargado y
resentido al que la Madre Patria cosía a collejas; cuando la Madre
Patria murió, empezó a proyectar toda esa mala baba a todo cuanto
le rodea y no va a dejar que nadie le tosa. Los nuevos políticos
ucranianos van a salir financiados por occidente como corresponde, el
país estará hipotecado y podrán comprar hamburguesas por un
euro. Putin por su lado, va afilando las tijeras y ensayando
delante del espejo su famoso “por aquí”. ¿Quién piensa hoy,
con tanques desfilando por Crimea, tropas amenazando con hacer una
sangría, amenazas de sanciones, corte de gas, subidas de precios,
etcétera, en aquel 99% de indignados de la plaza de la Independencia de Kiev
que lo único que quería era que su gobierno dejara de robar a manos
llenas? ¡Nadie! Son las 11 de la noche del cuatro de marzo de 2014 y
les toca mover a las negras.
PS:
Mientras escribo esto, Garry Kasparov, un maestro de los de verdad de
la buena, pide que no se compare este conflicto con el ajedrez. ¡Lo
siento tío! Sé que no te cuadra nada de esto en una partida por las
trampas y las vilezas que se ven cada día, pero ésta se viene
jugando desde hace mucho tiempo y los dos contendientes ya están
revenidos de lo larga que es.
Al final resumiéndolo muy resumido resulta que dos jugadores deciden sobre la vida y la muerte de millones de personas que es una forma de decir que el dinero cambia de mano.
ResponderEliminarBuen artículo Yonk
Lo cierto es que desconocemos mucho las distintas "realidades", de hecho es posible que existan distintas verdades, y todas sean ciertas. Un agricultor de Kiev puede percibir los acontecimientos de distinta manera que un empresario cárnico, o un militar, por no hablar de la clase política (me estoy desviando del tema), por eso para los grandes "Jugadores" su visión es parcial, interesada, ellos a su juego....pero eso no es nuevo ¿no? Irak, Vietnam, Malvinas, Cuba... nada cambia en el tablero, solo es otra partida mas
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