6 de marzo de 2014

El cronómetro de una larga partida de ajedrez

Esta es una colaboración muy esperada, Yonk es una de las personas con más memoria (y curiosidad histórica) que conozco, por eso le encargué un artículo de opinión sobre lo ocurrido en el este de Europa; que coincidamos en algunos criterios y valores es mera coincidencia, un nudo al azar en el hilo. A Yonk le debo, por ejemplo, conocer la paradoja del gato de Schrödinger, el teorema de Bernoulli o las aplicaciones médicas de la termografía entre otras cosas que ahora no es preciso mencionar. Recomiendo su lectura hasta el final, estoy segura de que no os dejará indiferentes.

A finales de 1905 dos contendientes se sientan frente a un tablero de ajedrez y ese tablero, al que apodaremos Europa, enfrenta dos formas de política, dos contendientes irreconciliables; las blancas abren y el pueblo ruso harto de las patrañas de su zar y la mala vida que les daba inician el “sarao”. Desde esa primera pulsación en el cronómetro, esta partida de ajedrez se ha cobrado a lo largo y ancho del tablero la vida de aproximadamente 64.420.614 peones. Aquí no estamos contando las muertes por represión posterior en la caja de las fichas, represión de huelgas de peones, ni los caídos en los intentos de guerrilla-terrorismo de las damas rojas y negras contra las formaciones de reyes y reinas, caballos y torres, de uno y otro lado.

Fotografía tomada en La Taverna dels Predicadors (Manresa)
Son dos viejos contrincantes, tan antiguos como lo es la civilización, se conocen y llevan siglos a cara de perro, dos formas de entender el mundo que sólo se han movido de sus sillas en esa partida para ir al baño, asearse y mudar sus ropas. No he querido extender la cuenta de peones muertos más atrás de 1900, viendo las cifras corría el riesgo de entrar en la apología del exterminio humano, dado que la suma de muertes por guerras que han enfrentado a estos dos viejos conocidos en Europa, si retrocedemos unos siglos, hacen parecer a la peste negra y a Genghis Khan una gastroenteritis estacional y una mala gripe. Desde la Guerra dels remences y los levantamientos comuneros, por marcar dos hitos locales, estos dos viejos conocidos juegan su partida, eso sí, puntualmente se levantan de sus sillas y van al excusado para asearse y mudar sus ropas. Les hemos visto como reformistas y ortodoxos, monarquías parlamentarias y monarquías absolutas, republicanos y monárquicos, liberales y carlistas, parias y poder al fin.
Hoy frente a ese tablero de ajedrez se sientan dos rivales que, quién lo diría, lucen muy distintos a aquellos harapientos campesinos y a aquellos monarcas con capa de armiño. Hoy con las blancas se sienta aquel funcionario gris de alto nivel que, gracias a la burbuja energética y a saber con qué cuatro apaños uno se podía montar su chiringuito nuclear, terminó de presidente y con las negras se sienta un señor del mismo color, que viste un traje que no es de armiño, pero por el precio seguramente podría serlo, que a pesar de ser sólo presidente de una república, representa a quién siempre detentó el poder. Con todo, el ajado tablero es el mismo, los sesenta y cuatro escaques donde más humanos han servido de abono para la tierra en nuestro continente. Antaño, este par de maestros decidieron que el tablero se les había quedado pequeño, que necesitaban más tableros y más peones que sus ocho iniciales para sacrificar en pos de sus ideas, rellenaron todas las cajas de fichas de cadáveres, eso sí, el tablero original seguía frío y estático. Allá por 1991 las negras dieron un soberano golpe en la partida, un golpe que pararía el cronómetro hasta nuestros días, prometieron a los gélidos peones blancos, que si querían, ellos también podían conducir un Audi o un BMW, que sudando de lo lindo ellos también vestirían de armiño. Europa no había contemplado semejante desbandada desde que El Corte Inglés abrió las puertas de sus primeras rebajas de enero. En su solitario rincón, el derecho esta vez, aquel funcionario gris se enrocó tras la torre y se pertrechó para pasar el invierno más largo y duro que recuerda la tundra rusa, mientras miraba desde las almenas a las piezas negras campar a sus anchas por el tablero.

Esto nos trae a nuestros días, ambos jugadores todavía son maestros en los ardides del ajedrez, pero el carácter de ambos ha cambiado con los años. Las negras, que antaño admiraron con pavor como las blancas arrollaban a su paso, hoy son vanidosas y arrogantes, “total, la partida esta ganada desde el 91”. Por otro lado, las blancas salen de un par de décadas de apocamiento, frustraciones y resentimientos. Al final, parece ser que no quedaban BMWs para todos a cambio de su trabajo, sólo los había para los que forman en la fila de atrás. Las negras han sido más ágiles que sabias y se han dedicado a socavar la tierra donde medraban por naturaleza las blancas: carnés VIP de la OTAN para todos, apoyos para entrar en la Unión Europea, que a regañadientes los aceptaba ya que nunca les gustaron, unos paquetitos financieros del FMI y McDonald's para todos. El kit de bienvenida a occidente, “¡ya sois de las negras!”. Las blancas han contemplado con estupor esta desfachatez, cada día más cerca de sus puertas, mientras ellos vivían de la autarquía y de vender el petróleo y el gas que guardaban bajo el hielo.

Pero estos veinte años de aislamiento han servido a las blancas para rearmar aquello que un día fueron y cargar esas armas con plomo, uranio y rencor, mucho rencor. Un buen día el presidente de las negras, amparado en aquello de “estoy jugando otra partida en una mesa junto a la tuya” decidió repartir uno de sus kits de bienvenida a occidente a una ex república soviética al sureste del primer tablero, pegadita al culo de las blancas. Este mero hecho, originó un chirriar de dientes entre las filas blancas que se oyó en Cádiz. No pasó ni un mes desde la oferta que blindados, tropas aerotransportadas y fuerzas especiales entraron en Georgia hasta poner en sitio su capital. A aquel funcionario gris, pero maestro de ajedrez, se le habían hinchado suficientemente las narices y le dio con lo más duro en la cara al monigote que gobernaba en aquel culo de mundo. La gracia le salió cara a Georgia, por la tontería de aceptar el carné de la OTAN, Putin agarró las tijeras y dijo “por aquí” y le recortó la mitad del país. Evidentemente, muy, muy, muy lejos de allí el presidente de las negras contemplaba las imágenes en la televisión de su despacho con “suma preocupación”. “Suma preocupación” que tiene el mismo valor que la “honda satisfacción” con la que el monarca del Almendro nos recibe cada nochebuena en su despacho, ninguno.

En un alarde de chulería de occidente, que quiere jugar en todas las mesas del parque, decide dar un paso más en su particular partida, un guiño a su oponente al otro lado del tablero, un “¿Qué? ¿Seguimos la partida donde la dejamos?”, sentándose de nuevo frente al tablero original las negras mueven, en noviembre de 2013 estalla una revuelta de indignados en Kiev (Ucrania) y Obama palmea el cronómetro. Al otro lado del tablero, un gris ex agente del KGB se yergue con cara de querer partirle los huevos con la mirada, apoya los codos en la mesa y junta las manos frente a sus labios mirando con detenimiento el tablero, el cronómetro corre.

Quien durante estos veinte años ha querido creer, que todos esos favores a la Europa del Este, han sido para sacar a esos países de la hambruna y para compartir nuestro nuevo gran mundo occidental, vive en la más absoluta inopia. Quien ha querido creer que el famoso escudo anti-misiles americano era para protegernos de Iran, Pakistan o algún otro -istan gobernado por tronistas con turbante, países que para realizar sus pruebas tienen que pasarse medio año sin comer caliente, se acusa de la más severa ignorancia. Los países que “acogen” dicho sistema de armamento están situados estratégicamente para evitar el rebote ruso, occidente nunca se fió de los rusos por mucho que ahora digan que abrazan el capitalismo, militares con demasiado poder, oligarcas, políticos corruptos y una democracia de pésima calidad (y sí, de verdad hablo de Rusia, no de España) adornan su currículum de las últimas dos décadas; al fin y al cabo la gran estrella roja aún es el emblema de su ejército, el mismo que en su día encorrió a gorrazos a Napoleón, el mismo que aparcó sus blindados en el salón de plenos del Reichstag, y eso en occidente no gusta. Putin al mirar hacia el Oeste mira con preocupación, pero cuando mira hacia dentro se sonríe y eso en occidente no gusta, para nada.

Lo que sucede estos días en Ucrania, no es más que Obama y sus amigotes jugando al balón en el huerto de la casa de Putin, huerto que evidentemente no cuida él, sino el lacayo que tiene para no embarrarse. Una movida de indignados contra la pobreza y la corrupción, hasta aquí todo bien, exactamente igual que en todas partes, pero de forma extraña en este último mes y medio, el movimiento indignado en Ucrania se ha visto azuzado por la participación de grupos ultra-nacionalistas y de corte xenófobo, la escalada de violencia ha sido brutal, todos hemos visto las imágenes. Hombres vestidos de paramilitar con pasamontañas enfrentándose a los antidisturbios con saña, pero no del modo ácrata barcelonés o madrileño, no, ni tampoco del estándar minero asturiano, mucho peor. Al hortelano de Putin se le hinchan las pelotas de que los mequetrefes de occidente le jodan el “plantao” a balonazos, saca la escopeta y aquí empieza el conteo de muertes. El fenómeno ultra en Ucrania puede tener su atractivo, no digo que no, evidentemente aquí vivimos 40 años bajo la bota de uno y ese discurso no nos convence, aunque alguno queda (son como las cucarachas, ni la radiación los exterminaría), pero hace falta pensar que Ucrania vivió bajo el yugo del polo opuesto al nuestro, seguramente ser ultra allí es tan comprensible como ser un “rojeras” aquí.

Pero si alguien cree que lo que ocurre en Ucrania es un movimiento de liberación nacional, una clase de revolución derechil, sólo le puedo gritar “ISNORANTE!”, “TON-TO!”; canta a la legua que sobre la base de un movimiento espontáneo como el de los indignados, Estados Unidos y la Unión Europea han montado un tinglado para apoderarse de un país que es una autentica telaraña de gasoductos y oleoductos. Al ver que los indignados no desestabilizaban lo suficiente al gobierno, porque el hortelano de Putin tiene los cojones gordos como los de Rajoy, y eso son muchos huevazos, “pues oye, suéltale la correa a los ultras, que pescar en río revuelto siempre resulta”. ¡Ojo! Que no disculpo a Putin, ese señor puso a guardar sus grifos del gas a un amiguete, con carta blanca para mangar en gana, siempre que cumpliera las directrices de su amo. Esta majestuosa jugada de las negras termina con el lacayo de Putin escapando por la puerta de atrás y Obama relamiéndose en el despacho oval, un nuevo paquete de ayudas del FMI hipotecará Ucrania hasta el fin de sus días, una nueva fuente de mano de obra barata para la Alemania über alles, una base de misiles pegadita al culo de Putin y Obama gritando a pulmón desde el despacho: “¡Michelle! ¡Cariño! ¿A qué no sabes dónde aparcaré la VI flota este verano?”. En los extremos del viejo tablero, Obama se ríe y Putin aprieta los labios detrás de sus manos.

Y aquí la jugada majestuosa de Putin: saca una caja de fichas y coloca un montón de ellas ocupando los escaques en tierra de nadie del tablero. Obama y sus amigotes se exclaman: “¡EH! ESO ES TRAMPA, TIENES MÁS DE OCHO PEONES SOBRE EL TABLERO”, a lo que Putin responde: “No son blancas, yo las veo más como de color crema”. La cosa acaba en un tinglado internacional monumental, occidente quejándose a todos los estamentos y árbitros internacionales como si de un penalty pitado sobre el círculo de medio campo se tratara. En el barullo, Putin aprovecha el tiempo y mueve sus fichas de color crema cortando cualquier jugada ventajosa de su oponente mientras nadie mira, se ríe y palmea triunfante el cronómetro. De hecho, la jugada de Putin empezó hace muchos meses, con el simple atisbo del movimiento indignado en Kiev sabía perfectamente que occidente no dejaría pasar la ocasión y puso a uno de sus peones, camuflado de mota de polvo a corretear por todas la cuadrículas de la tierra de nadie, convenciéndolas a todas, de que nadie dijera nada llegado el momento. Et voilà! Tenemos Crimea ocupada y la mitad este de Ucrania pidiendo una invasión rusa. Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania y Polonia claman al cielo: “¿ESO ES ROJA, NO?”. Putin sigue riendo.

El numerito al que asistimos estos días no es más que algo que ocurre en cualquier instituto de secundaria. El guaperas atlético y el chungo del instituto enzarzados en un duelo de gallitos en el campo de futbito con sus respectivas pandillas:

Putin: ¡Eh! ¡Bonito de cara! Ahuecando de aquí que este es mi campo.
Obama: Perdona pero en el patio del insti podemos jugar todos y mis colegas y yo tenemos para hacer dos equipos.
Putin: ¡He dicho que aire de aquí!
(Putin aprovecha para soltarle un sopapo al niño tonto de la clase, que hasta hace dos días jugaba con él).
Hollande: ¡Quesquesé! ¡Esto es una agesiong intolegable a la sobegania del niño tonto!
Putin: ¡Quesquesé, quesquesé! ¡Je ne compro pan! ¡Para hablar conmigo te quitas la alpargata de la boca, gabacho!
Merkel: Achtung! ¡Die plantofen ist forbiden! ¡Ucranien ist europeen!
Putin: ¡Mira! ¡Calla puta gorda que me vas comer la polla a dos carrillos! Bien que te sacaste un doctorado en física en una universidad comunista, ¡camaraden!
Cameron: ¡Intolerable desde luego es! ¡Tú las reglas no respetas!
Putin: ¡Mira! ¡Ya ha hablado el moderniqui de mierda! A ti te tengo ganas, luego en la calle te pillo... Y el año que viene, panda de mataos, os vais a calentar a tortas porque con mi gas, seguro que no.
(Los colegas de Obama se quedan helados, nunca mejor dicho, y deciden retirarse a echar un cortado para pensar cómo jugar al futbito sin que les corten el gas, en el campo sólo se quedan Obama y Putin).
Obama: ¡Voy a hacer que el dire te meta un rabo que te vas a cagar!
Putin: Que sí, matao! ¿Y qué más?
Obama: ¡Te voy a liar una que lo vas a flipar!
Putin: ¡Ojo con el moreno! ¿Tú y cuántas más?
Obama: ¡Voy a hacer que nadie quiera jugar al futbito contigo!
Putin: ¡Ya ves ricura! Yo también tengo mis colegas: la cuadrilla de los moros, el chino, el ecuatoriano, el venezolano, ¡y Fidel!
Obama: ¿Fidel? No me jodas, pero si está viejo. Lleva mil años repitiendo.
Putin: Sí pero es el mejor portero, a ese vosotros no le habéis colado ni un gol.
(Los dos gallitos se acercan hasta chocar pechos y desafiar miradas).
Obama: Bueno ¿No nos vamos a pegar aquí, no? Lo pondremos todo perdido otra vez.
Putin: Quita, quita, que si nos trincan nos echan del insti...
(Ambos se van, cada uno por su lado).

¿Cómo termina este particular East Side Story? Fácil. Putin y sus banda juegan al futbito entre semana, Obama y sus amiguetes el fin de semana; y el pobre niño tonto ucraniano esa tarde se fue llorando a casa por el sopapo y la humillación recibida y ahora no puede jugar con los malotes porque le coserían a hostias y es demasiado malo para jugar en el equipo de los guays.

La historia de esta partida de ajedrez, no se entiende sin conocer el trasfondo de bravuconería de unos y de amargura y resentimiento de otros. Obama es chulo porque puede serlo y Putin es un amargado y resentido al que la Madre Patria cosía a collejas; cuando la Madre Patria murió, empezó a proyectar toda esa mala baba a todo cuanto le rodea y no va a dejar que nadie le tosa. Los nuevos políticos ucranianos van a salir financiados por occidente como corresponde, el país estará hipotecado y podrán comprar hamburguesas por un euro. Putin por su lado, va afilando las tijeras y ensayando delante del espejo su famoso “por aquí”. ¿Quién piensa hoy, con tanques desfilando por Crimea, tropas amenazando con hacer una sangría, amenazas de sanciones, corte de gas, subidas de precios, etcétera, en aquel 99% de indignados de la plaza de la Independencia de Kiev que lo único que quería era que su gobierno dejara de robar a manos llenas? ¡Nadie! Son las 11 de la noche del cuatro de marzo de 2014 y les toca mover a las negras.

PS: Mientras escribo esto, Garry Kasparov, un maestro de los de verdad de la buena, pide que no se compare este conflicto con el ajedrez. ¡Lo siento tío! Sé que no te cuadra nada de esto en una partida por las trampas y las vilezas que se ven cada día, pero ésta se viene jugando desde hace mucho tiempo y los dos contendientes ya están revenidos de lo larga que es.


2 comentarios:

  1. Al final resumiéndolo muy resumido resulta que dos jugadores deciden sobre la vida y la muerte de millones de personas que es una forma de decir que el dinero cambia de mano.

    Buen artículo Yonk

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  2. Lo cierto es que desconocemos mucho las distintas "realidades", de hecho es posible que existan distintas verdades, y todas sean ciertas. Un agricultor de Kiev puede percibir los acontecimientos de distinta manera que un empresario cárnico, o un militar, por no hablar de la clase política (me estoy desviando del tema), por eso para los grandes "Jugadores" su visión es parcial, interesada, ellos a su juego....pero eso no es nuevo ¿no? Irak, Vietnam, Malvinas, Cuba... nada cambia en el tablero, solo es otra partida mas

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