MENTIRA: Mira.
VERDAD: ¿Qué?
MENTIRA (con una sonrisa socarrona
en la boca): Mira cómo
te miran.
VERDAD: No te entiendo, voy con ellos.
MENTIRA: No, ellos te llevan. Eres tú
la que quiere formar parte de ese círculo, no ellos quienes quieren
que formes parte de él. ¿No lo ves?
VERDAD: ¿Qué debo ver?
MENTIRA: Desprecio. Desprecian quién
eres, tu talla, tu forma de reír, tu forma de vestir, tu arte, tu
vida, te desprecian a ti.
VERDAD: ¿Y todo eso lo ves con sólo
posar tu vista sobre ellos?
MENTIRA: No, no te equivoques cariño.
Lo sé porque les he oído hablar, lo sé porque les he visto actuar,
lo sé porque les leo.
VERDAD: No sabes nada, tus ojos nunca
han visto la verdad.
MENTIRA: Me encantaría que tuvieras
razón, de veras, me encantaría no ver, estar tan ciega como lo
estás tú, me encantaría confiar; pero el mundo miente, querida; y
yo estoy tan metida en ellos como tú lo estás en mí.
VERDAD: Pero... ellos... me aprecian.
MENTIRA: Ah... la duda... Es incómoda,
eterna compañera, vivo con ella, juego con ella, pero contigo nunca
miento. Mírales, mírales fíjamente, observa sus movimientos, sus
sonrisas, sus abrazos, sus choques de manos. Mira sus besos,
judaicos, cargados de hiel. Mira el veneno que sudan, la forma que
tienen de hablar. Por mucho empeño que pongas...
VERDAD: Algún día venceré.
MENTIRA: No, no lo harás, la gente
seguirá odiándose y tú no podrás hacer nada por evitarlo, aunque
digas la verdad.