Cae el reloj. Lo cojo y veo que las
manillas se han desprendido del engranaje. No es la primera vez que
este reloj se tropieza con el suelo, parte de su esfera ya
estaba rallada antes de este desgraciado accidente. A pesar de que
siempre los pierdo u olvido cambiar sus pilas, llevo reloj desde que
tengo conocimiento; mientras miro el estropicio de agujas me pregunto
qué pasará a partir de ahora.
No me ha dado tiempo a reaccionar, es cierto que aquel no era su lugar, pero nada en casa lo tiene. El único espacio posible era mi muñeca izquierda pero no estaba allí. He de poner orden pero no tengo tiempo. Qué ironía. Ahora tampoco tengo reloj.
No me ha dado tiempo a reaccionar, es cierto que aquel no era su lugar, pero nada en casa lo tiene. El único espacio posible era mi muñeca izquierda pero no estaba allí. He de poner orden pero no tengo tiempo. Qué ironía. Ahora tampoco tengo reloj.