13 de mayo de 2016

Alimento para los buitres (I)

Hace más o menos dos años las piezas del rompecabezas encajaron con un golpe seco y doloroso. En un plano diferente al físico, algo dentro de ella había muerto.
Esa misma herida hoy continúa su exudación verde pálido, procedente de una cavidad antinatural y de tamaño colosal para ojos no médicos. Una carnicería, dijo el cirujano.
Se alarga en el tiempo un proceso de olvido que nunca debió durar más que un momento. Sin el recuerdo no existía el dolor.
El odio alimentado en el desgarro de la carne acompaña sus pasos, late en sus sienes, y la tiñe, con sangre y con violencia, de venganza.

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