17 de mayo de 2016

Alimento para los buitres (II)

–Vaya –digo mientras me desperezo enfrente de ti–. Has despertado. ¿Recuerdas qué ha pasado? No, claro que no.
Río. Las carcajadas salen de mi vientre, tan estridentes que te erizan el vello que tienes al descubierto. Te retuerces entre las cuerdas que te mantienen sujeto.
–Tienes miedo. Y haces bien, aunque no te servirá de nada.
Enciendo el enésimo cigarrillo y expulso el humo con violencia hacia tu cara.
–Yo también lo tendría si estuviera en tu situación.
Sigues el arco de mi brazo hasta encontrarte con mi mirada. La tuya me pregunta por qué ahora, después de tanto tiempo, te tengo así, expuesto, rosado y tembloroso como un cerdo el día de la matanza. Oigo como piensas. Siento tu pavor. Siento tus ideas de muerte.
–No es como la imaginas.
Calada.
–No te la mereces.
Humo.
–Y no te la daré por mucho que supliques.
Silencio. Y tu primer grito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu maullido.