Prefiero matar a vivir con miedo, a seguir escondiéndome de miradas ajenas por algo a lo que no accedí. Mataperros me llamaron, y eso fue lo más bonito que dijeron de mí. Tu orgullo henchido por mi vergüenza hizo el resto, envenenando mis huesos a cada encuentro fortuito por la asfixiante ciudad. Qué pequeña parecía. Qué pequeña es.
Fingí que vivía. Que sonreía. Que amaba. Que follaba. Lo fingí como cualquier persona vacía. Y guardé silencio. Cuánto me jode tener que guardar silencio. Pero era el precio por oírme pensar en tu sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu maullido.