11 de junio de 2016

Alimento para los buitres (VI)

El rojo de la sangre debería hacerse acción.
Goteas, nada alarmante ni peligroso para aquello a lo que llamas tú vivir. Asomado el atisbo de duda en tus ojos, una vez aprendida tu vergüenza, no eres más que un cuerpo en descomposición, acelerada por los surcos que ha dejado en tu piel una cuchilla de afeitar. No. Por ellos no escaparás.
Coso, punto a punto, las heridas practicadas sin orden ni concierto. ¿Ira? La que quieras. Tan profunda que ni atravesándote en dos conseguiría… conseguiría…
No hay corazón, ni alma, ni razón detrás de mis huesos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu maullido.