M: Hombre,
has vuelto. Empezaba a creer que no sabías encontrar el camino de
regreso.
V (sonríe):
Las ganas, perra bastarda.
Mentira
mira a Verdad como si la quisiera atravesar, no es muy dada a los
ataques directos y menos cuando provienen de una visita tan esperada
como ésta. Han pasado muchos meses desde la última vez que
hablaron.
V: ¡Vamos!
No te ofendas, te lo he dicho con cariño.
M: Siempre
te escudas en lo mismo, querida. Hoy ha sido por cariño, otro día
será por mi bien, en el pasado era por cordura, y no te das cuenta
de lo mucho que me perturban tus comentarios. ¿A qué has venido?
V: A verte,
hoy es tu día.
Verdad
entra en la casa con una sonrisa de superioridad en los labios.
M: Yo diría,
si tenemos que hacer honor a la realidad, que es mi tiempo. ¿Qué
has venido a echarme en cara esta vez?
V: ¿Acaso
no te gusta cómo miento o lo que no soportas es mi papel en tu
historia?
M: Me mareas
con tus requiebros. (Duda pero devuelve la sonrisa, mucho más
franca que la de Verdad). Mi nombre no siempre me hace...
Justicia.
V (en una
reacción visceral y sin sentido, agarra a Mentira por los hombros y
la zarandea): ¡NO TE ATREVAS A NOMBRARLA!
El tono
de Verdad se alza, poderoso, y penetra por todos los rincones. Ella
parece más alta, más oscura, más fuerte que la otra.
M (Ríe a
medias, todavía sujeta por las manos de Verdad, su cara queda oculta
tras su pelo de aire azul): Fantasma. ¿Sabes? A ella también le
gusta jactarse de sus logros, sobre todo mientras comparte botellas
de vino con gente tan poco recomendable como yo. Sois igual de
vanidosas cuando os achispáis.
V (cada
segundo está un poco más furiosa): ¡MIENTES!
M (mantiene
la calma a pesar de la violencia que muestra su compañera, no tiene
intención de jugar con ella y aún así, necesita retener su atención): Me
has pillado. No es conmigo con quien se toma las copas. Vuestro
amigo, el caballero Don Dinero, tiene grandes, y buenas, bodegas a vuestra
disposición.
V: Eres
odiosa, siempre a medias tintas, ni dices ni callas. Pero siempre
mientes.
M: ¡Qué
va! Lo que pasa es que estás tan ciega como ella. Y, de entre todas las virtudes, ¿eres tú la que debía
llevar ese nombre?
V: ¡Cómo
si fuera culpa mía!
M: ¿Qué es
culpa tuya? ¿La permisividad con la que le tratas? ¿La injusticia
que demuestra cuando no la miras? ¿O la que tú provocas al
desaparecer cuando se te necesita? No sé qué vino antes, el huevo o
la gallina.
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