8 de noviembre de 2014

Acto cuarto

M: Hombre, has vuelto. Empezaba a creer que no sabías encontrar el camino de regreso.
V (sonríe): Las ganas, perra bastarda.

Mentira mira a Verdad como si la quisiera atravesar, no es muy dada a los ataques directos y menos cuando provienen de una visita tan esperada como ésta. Han pasado muchos meses desde la última vez que hablaron.

V: ¡Vamos! No te ofendas, te lo he dicho con cariño.
M: Siempre te escudas en lo mismo, querida. Hoy ha sido por cariño, otro día será por mi bien, en el pasado era por cordura, y no te das cuenta de lo mucho que me perturban tus comentarios. ¿A qué has venido?
V: A verte, hoy es tu día.

Verdad entra en la casa con una sonrisa de superioridad en los labios.

M: Yo diría, si tenemos que hacer honor a la realidad, que es mi tiempo. ¿Qué has venido a echarme en cara esta vez?
V: ¿Acaso no te gusta cómo miento o lo que no soportas es mi papel en tu historia?
M: Me mareas con tus requiebros. (Duda pero devuelve la sonrisa, mucho más franca que la de Verdad). Mi nombre no siempre me hace... Justicia.
V (en una reacción visceral y sin sentido, agarra a Mentira por los hombros y la zarandea): ¡NO TE ATREVAS A NOMBRARLA!

El tono de Verdad se alza, poderoso, y penetra por todos los rincones. Ella parece más alta, más oscura, más fuerte que la otra.

M (Ríe a medias, todavía sujeta por las manos de Verdad, su cara queda oculta tras su pelo de aire azul): Fantasma. ¿Sabes? A ella también le gusta jactarse de sus logros, sobre todo mientras comparte botellas de vino con gente tan poco recomendable como yo. Sois igual de vanidosas cuando os achispáis.
V (cada segundo está un poco más furiosa): ¡MIENTES!
M (mantiene la calma a pesar de la violencia que muestra su compañera, no tiene intención de jugar con ella y aún así, necesita retener su atención): Me has pillado. No es conmigo con quien se toma las copas. Vuestro amigo, el caballero Don Dinero, tiene grandes, y buenas, bodegas a vuestra disposición.
V: Eres odiosa, siempre a medias tintas, ni dices ni callas. Pero siempre mientes.
M: ¡Qué va! Lo que pasa es que estás tan ciega como ella. Y, de entre todas las virtudes, ¿eres tú la que debía llevar ese nombre?
V: ¡Cómo si fuera culpa mía!
M: ¿Qué es culpa tuya? ¿La permisividad con la que le tratas? ¿La injusticia que demuestra cuando no la miras? ¿O la que tú provocas al desaparecer cuando se te necesita? No sé qué vino antes, el huevo o la gallina.

Roja de ira, Verdad abandona la morada de Mentira dándose, otra vez, por vencida. Mentira la ve alejarse por el sendero que lleva a la realidad y sonríe entre complacida y expectante, sabe que no tardará en volver.